Cualquiera podría concluir que las bacterias son libidinosas. Después de todo, estos microorganismos se reproducen no una, sino varias veces al día. Este extremo es festejado por los profesores y alumnos del Instituto de Biología Molecular y Biotecnología de la Carrera de Biología de la UMSA. Los investigadores buscan que el voraz apetito de estas pequeñas legiones se centre en consumir la mayor cantidad de moléculas que contaminan el medioambiente, en especial de aquellas provenientes de los colorantes y los plaguicidas.
Los estudios están ya en su etapa preliminar y a ellos se suman varias especies de hongos que pueden cumplir la misma función de las bacterias: la biodegradación de contaminantes y, por ende, la bioremediación de los suelos y las aguas afectadas.
“Los países están obligados a desarrollar herramientas para salvaguardar su entorno. Y en vez de importar tecnologías de otros lugares, Bolivia debe aprovechar sus propios recursos. En este caso, estamos apuntando a los microorganismos”, señala Isabel Morales, directora del Instituto, cuyos laboratorios se alzan en el campus de Cota Cota (La Paz).
COLORANTES. Daniel Salas (22) tiene en los hongos coriolopsis polyzona y pestalotia a sus mejores aliados. Hace más de un año este tesista de Biología estudia la capacidad de estos dos elementos para descomponer las moléculas contaminantes de los colorantes que desechan las industrias textiles.
“Son moléculas bastante complicadas que pueden generar a la larga problemas medioambientales graves. Al ser liberados a los afluentes, van a dar a los cursos de agua y de allí a los suelos causando problemas de toxicidad”, señala Salas.
Sus investigaciones llevan un año y cuatro meses y los resultados son prometedores. “Se está logrando una buena decoloración y la capacidad detoxificante se está comprobando. Pero se requiere de mayores estudios”, complementa.
Salas explica que los microorganismos tienen la capacidad de adaptarse a condiciones extremas, especialmente las bacterias a través de las propias mutaciones y los cambios naturales del proceso de reproducción. De esta forma pueden habitar en suelos atacados por plaguicidas e hidrocarburos, que son utilizados por los microorganismos como una fuente de alimentación. Es decir que son capaces de romper las estructuras moleculares de estos contaminantes.
Los hongos coriolopsis polyzona y pestalotia —este último proveniente de Alto Beni— fueron capaces de decolorar estas estructuras tóxicas, tanto en placas de laboratorio con contenido sólido como líquido.
Los microorganismos se obtienen en su forma pura, de su medio natural, para luego probar en el laboratorio su potencial degradador. Después se debe analizar sus aplicaciones.
PLAGUICIDAS. “Ésta puede ser una alternativa en Bolivia, donde no hay tratamiento de aguas industriales. Estos desechos son vertidos a los torrentes de agua y se puede presentar problemas para la fauna y flora de los alrededores; incluso puede afectar a los cultivos para ganado”, dice.
La investigación está en su fase final. Posteriormente se debe realizar la identificación de los compuestos de los hongos que están degradando el colorante. “La aplicación debe ser monitoreada, no es sólo soltar al hongo en el lugar que está contaminado, ya que puede causar un desequilibrio por la manipulación del hábitat”.
Las pruebas que se desarrollan en la Subunidad de Biotecnología Ambiental se realizan con tintes provistas por empresas nacionales, en un proyecto impulsando por las carreras de Bioquímica y de Farmacia.
“Es un proceso bastante largo y no se tienen resultados de un día para el otro; pero es un proceso investigativo que es fundamental para el país”, manifiesta Isabel Morales, también directora de la Subunidad.
El universitario Óscar Rollano trabaja en el laboratorio de Bioquímica sobre degradación de plaguicidas con dos tipos de hongos que han sido aislados de suelos de la comunidad Tahuapalca (Río Abajo). Estos han demostrado un potencial para la degradación de estos contaminantes de orden organofosforados.
“Lamentablemente, en Río Abajo se utilizan plaguicidas en los cultivos hortícolas. Los campesinos justifican su uso en el sentido de que les garantiza su producción. Esta región tiene suelos muy sometidos a la toxicidad”, señala Morales.
En las investigaciones se verificó que cuatro cepas de los hongos de Tahuapalca son capaces de degradar el plaguicida que más se utiliza en Río Abajo, el metamidofos, que es etiquetado como sumamente tóxico.
Este proyecto recibió un financiamiento proveniente del impuesto a los hidrocarburos (IDH) en asociación con las carreras de Ecología y Química, de la UMSA. Se prevé realizar una caracterización de los suelos de Tahuapalca, analizar el nivel de los plaguicidas que hay en la región y, posteriormente, aislar los degradadores. El Instituto de Biología Molecular y Biotecnología también ha puesto su mirada en las minas bolivianas.
Actualmente, la Subunidad de Microbiología Ambiental se encuentra identificando la diversidad microbiana que vive en los drenajes de minas. Otra de las investigaciones apunta a la detección de bacterias capaces de capturar nitrógeno de la atmósfera y luego usarlo para la fertilización de los cultivos de quinua.
Los estudios están ya en su etapa preliminar y a ellos se suman varias especies de hongos que pueden cumplir la misma función de las bacterias: la biodegradación de contaminantes y, por ende, la bioremediación de los suelos y las aguas afectadas.
“Los países están obligados a desarrollar herramientas para salvaguardar su entorno. Y en vez de importar tecnologías de otros lugares, Bolivia debe aprovechar sus propios recursos. En este caso, estamos apuntando a los microorganismos”, señala Isabel Morales, directora del Instituto, cuyos laboratorios se alzan en el campus de Cota Cota (La Paz).
COLORANTES. Daniel Salas (22) tiene en los hongos coriolopsis polyzona y pestalotia a sus mejores aliados. Hace más de un año este tesista de Biología estudia la capacidad de estos dos elementos para descomponer las moléculas contaminantes de los colorantes que desechan las industrias textiles.
“Son moléculas bastante complicadas que pueden generar a la larga problemas medioambientales graves. Al ser liberados a los afluentes, van a dar a los cursos de agua y de allí a los suelos causando problemas de toxicidad”, señala Salas.
Sus investigaciones llevan un año y cuatro meses y los resultados son prometedores. “Se está logrando una buena decoloración y la capacidad detoxificante se está comprobando. Pero se requiere de mayores estudios”, complementa.
Salas explica que los microorganismos tienen la capacidad de adaptarse a condiciones extremas, especialmente las bacterias a través de las propias mutaciones y los cambios naturales del proceso de reproducción. De esta forma pueden habitar en suelos atacados por plaguicidas e hidrocarburos, que son utilizados por los microorganismos como una fuente de alimentación. Es decir que son capaces de romper las estructuras moleculares de estos contaminantes.
Los hongos coriolopsis polyzona y pestalotia —este último proveniente de Alto Beni— fueron capaces de decolorar estas estructuras tóxicas, tanto en placas de laboratorio con contenido sólido como líquido.
Los microorganismos se obtienen en su forma pura, de su medio natural, para luego probar en el laboratorio su potencial degradador. Después se debe analizar sus aplicaciones.
PLAGUICIDAS. “Ésta puede ser una alternativa en Bolivia, donde no hay tratamiento de aguas industriales. Estos desechos son vertidos a los torrentes de agua y se puede presentar problemas para la fauna y flora de los alrededores; incluso puede afectar a los cultivos para ganado”, dice.
La investigación está en su fase final. Posteriormente se debe realizar la identificación de los compuestos de los hongos que están degradando el colorante. “La aplicación debe ser monitoreada, no es sólo soltar al hongo en el lugar que está contaminado, ya que puede causar un desequilibrio por la manipulación del hábitat”.
Las pruebas que se desarrollan en la Subunidad de Biotecnología Ambiental se realizan con tintes provistas por empresas nacionales, en un proyecto impulsando por las carreras de Bioquímica y de Farmacia.
“Es un proceso bastante largo y no se tienen resultados de un día para el otro; pero es un proceso investigativo que es fundamental para el país”, manifiesta Isabel Morales, también directora de la Subunidad.
El universitario Óscar Rollano trabaja en el laboratorio de Bioquímica sobre degradación de plaguicidas con dos tipos de hongos que han sido aislados de suelos de la comunidad Tahuapalca (Río Abajo). Estos han demostrado un potencial para la degradación de estos contaminantes de orden organofosforados.
“Lamentablemente, en Río Abajo se utilizan plaguicidas en los cultivos hortícolas. Los campesinos justifican su uso en el sentido de que les garantiza su producción. Esta región tiene suelos muy sometidos a la toxicidad”, señala Morales.
En las investigaciones se verificó que cuatro cepas de los hongos de Tahuapalca son capaces de degradar el plaguicida que más se utiliza en Río Abajo, el metamidofos, que es etiquetado como sumamente tóxico.
Este proyecto recibió un financiamiento proveniente del impuesto a los hidrocarburos (IDH) en asociación con las carreras de Ecología y Química, de la UMSA. Se prevé realizar una caracterización de los suelos de Tahuapalca, analizar el nivel de los plaguicidas que hay en la región y, posteriormente, aislar los degradadores. El Instituto de Biología Molecular y Biotecnología también ha puesto su mirada en las minas bolivianas.
Actualmente, la Subunidad de Microbiología Ambiental se encuentra identificando la diversidad microbiana que vive en los drenajes de minas. Otra de las investigaciones apunta a la detección de bacterias capaces de capturar nitrógeno de la atmósfera y luego usarlo para la fertilización de los cultivos de quinua.
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