Dos libros en las manos, una mochila colgada en la espalda y más de cinco décadas encima. Iván Bustamante Rondal no es un estudiante más de la Universidad Mayor de San Simón (UMSS), es un universitario que no ve en la edad un límite para dejar de aprender.
Sus compañeros lo ven con asombro discreto por los pasillos de la Universidad, pero la admiración se hace evidente cuando ven la lucidez con la que se distingue en cada una de las clases a las que asiste.
Esta realidad evidencia que cada vez se amplía más el número de estudiantes mayores de 40 años registrados en las carreras que oferta la UMSS. Unos optan por inscribirse a una licenciatura, otros simplemente deciden retomar una carrera que alguna vez abandonaron.
Cualquiera sea la situación, del total de la población estudiantil de la UMSS, el 0,7 por ciento excede los 40 años (413 personas, que equivale a uno de cada 130 estudiantes de esa Universidad), según datos de la Unidad de Provisión de Servicios de Información (UPSI).
Este grupo de estudiantes está distribuido en 54 carreras de 12 facultades diferentes de la Universidad. De los 413, el 20 por ciento se encuentra en la Facultad de Humanidades y el 17 en la Facultad de Tecnología. La dos carreras más concurridas son Derecho y Contaduría Pública.
NUNCA ES TARDE
El hecho de casarse, tener hijos y un trabajo, hace que muchos vean truncadas las expectativas de obtener un título universitario, pero éste no es uno de esos casos. “A los 20 años ya estaba casado, con un hijo y aún no había terminado el colegio”, afirma Iván, quien además cuenta que estudiar para él siempre fue un desafío, tanto así que en el año 76 concluyó sus estudios de secundaria en un colegio nocturno de una manera muy singular. “Vivía en Sacaba y caminaba hasta la ciudad (suspira) para entonces no había transporte nocturno y retornaba a mi casa como a las dos de la mañana, porque salía del colegio a las diez de la noche”.
“La voluntad lo puede todo”, definitivamente las ganas de ser alguien en la vida y ante todo sentirse orgulloso de sí mismo, hizo que dedique tiempo óptimo a sus estudios. Ganó una beca en la Universidad Gabriel René Moreno para la carrera de Derecho, pero la rechazó porque para ese entonces falleció su esposa. “A los 40 años quedé viudo y a cargo de mis siete hijos”. Después, ya en Cochabamba, el 2009 muy seguro de su vocación ingresó al propedéutico de la carrera de Derecho en la UMSS.
Según el psicólogo Marco Antonio Tapia, los adultos universitarios necesitan compatibilizar el estudio con otras responsabilidades familiares y laborales, pero que lo más destacable es que estudian voluntariamente.
A pesar de la inversión de tiempo que implica asumir el rol de estudiante universitario, de padre de familia, de esposo, etc. lo más complicado es conservar una vida múltiple, puesto que es un reto que pocos aceptan, añade.
LA EDAD NO RESTRINGE
Para Juan Carrillo, docente de la Facultad de Economía, no hay edad para estudiar en la Universidad. “Las personas mayores de 40 años no son universitarios que buscan un título profesional, son estudiantes movidos por el espíritu de aprender más”, afirma.
Muchos, por no decir todos, dudan de las capacidades de las personas adultas al momento de desenvolverse en la Universidad, pero pocos consideran que por la experiencia adquirida a lo largo de sus vidas son auténticos universitarios con criterios bastante definidos.
Un desafío único
Que nunca es tarde cuando las ganas son muchas es algo que saben muy bien los numerosos adultos que deciden cursar una carrera universitaria. Dispuestos a retomar sueños postergados o a aventurarse en proyectos nuevos, el paso por la Universidad les permite no sólo adquirir conocimientos y obtener un título, sino también comprobar que el tiempo no es eterno como habitualmente se lo percibe en los años tiernos, pero tampoco esquivo para encarar nuevos desafíos.
Ganas de avanzar o de iniciar una carrera profesional. Placer por descubrir conocimientos. Asignaturas pendientes. Los motivos para acercarse a los libros son tan diversos como personales. Pero el entusiasmo asoma como un motor común que los empuja a resignar horas de ocio y de descanso en pos del ansiado diploma.
El hijo de Iván, Daniel Bustamante, también cursa el tercer año de la carrera de Derecho al igual que su padre y juntos encaran los desafíos y las responsabilidades que demanda ser un estudiante.
“Libertad y seguridad en sí mismo”, según Daniel son las características que hacen que su padre sea diferente al resto de los estudiantes.
¿CEREBRO OXIDADO?
Algunas personas que quieren ingresar a la Universidad no lo hacen por miedo y se hacen continuos cuestionamientos: “¿Estudiar a esta edad?”, “la cabeza no me va a responder”.
Según el psicólogo Tapia, estas dudas son justificaciones equívocas, puesto que evidentemente los recursos cognitivos disminuyen con la edad, pero si se ejercita la mente éstos pueden aumentar en las personas adultas.
No es común ver en las aulas a universitarios con más edad de lo normal, pero lo que realmente sorprende es la actitud con la que asumen cada una de sus responsabilidades estudiantiles. Un docente de la Carrera de Comunicación Social, Alcides Calla, asegura: “sin desmerecer a los demás, creo que las intervenciones de los estudiantes mayores son muy diferentes a las del resto de los estudiantes. Se nota en ellos, el peso de la experiencia de los años”.
“Él es muy inteligente y por la experiencia que tiene sabe más”, cuenta Daniel, hijo y a la vez compañero de clase de Iván. Es dificultoso definir las diferencias que existen, en cuanto al rendimiento académico, entre una persona mayor de 40 años con respecto al resto de los estudiantes, pero es innegable el liderazgo que ostentan durante cada clase. “Mis compañeros confían en mí y yo tengo que estar preparado para ellos”, considera Iván.
“Se contagian de la vida universitaria y terminan siendo portavoces de sus compañeros, incluso para la suspensión de trabajos y exámenes” cuenta anecdóticamente Carrillo. “Los demás te ven como te sientes”. Es la frase que destaca en su vida Iván Bustamante; él considera que las condiciones físicas o externas son ajenas a las capacidades interiores que posee.
Iván es presidente de su clase desde hace tres años, evidentemente se ganó el reconocimiento de todos y cada uno de sus compañeros. Al ser elegido representante de más de un centenar de estudiantes, es la voz oficial de las demandas de sus compañeros y además es quien dirige las actividades que le delegan.
Retomar las aulas es una manera de continuar creciendo laboral y personalmente, es decir de ninguna manera debería considerarse al cerebro desechable o como algo que nos sirve sólo de momento, porque con los años ya no tiene la misma calidad.
“Sin estudiar mi papá podría ganar más, pero lo que él busca es superarse” cuenta Daniel. Cuando las personas adultas encuentran un vacío en su vida la mejor manera de llenarlo es sintiendo orgullo por lo que son. Pero no se puede hacer frente al futuro sin antes satisfacer ambiciones del pasado.
Las carreras preferidas
Actualmente la Universidad Mayor de San Simón (UMSS) alberga a 413 estudiantes mayores de 40 años, los cuales están distribuidos en 54 carreras universitarias de 12 facultades de estudio.
Según los datos proporcionados por la Unidad de Provisión de Servicios de Información de la UMSS, la carrera preferida por este grupo de estudiantes es Derecho y le sigue Contaduría Pública.
La Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación concentra el 21 porciento de los estudiantes de más de cuatro décadas. Llama la atención que la Facultad de Ciencias y Tecnología, donde en la mayoría de las materias el contenido engloba ciencias exactas, es la segunda que cuenta con más de estos alumnos (69 personas).
La tercera facultad que es escogida por los estudiantes adultos es la de Ciencias Económicas, donde predomina la licenciatura de Contaduría Pública. Es menester destacar que las carreras de esta facultad, también requieren que los estudiantes posean habilidades para los números.
Finalmente, la Facultad de Derecho es la cuarta seleccionada para estudiar.
Las edades de los alumnos
El rango de los alumnos adultos que estudian en la UMSS oscila entre 41 a 70 años. El grupo etéreo que tiene mayor cantidad es el de 41 a 45 años, con 149 estudiantes (36 por ciento ) que están distribuidos en 47 carreras, no existiendo una que predomine.
En el grupo de 46 a 50 años, 102 personas estudian diferentes carreras, siendo las de Psicología, Ciencias Jurídicas y Medicina las preferidas. Los alumnos cuyas edades están entre 51 y 55 años son 74; y los de 56 a 60 son
47, de los cuales el 11 por ciento está en la carrera de Ciencias Jurídicas.
Entrando al rango de las personas de más de sesenta años, constata que hay 41 alumnos inscritos en 18 carreras diferentes. La mayoría estudia Contaduría Pública y Derecho.
Entre los datos que llaman la atención están: de los 413 alumnos mayores de 40 años, 19 estudian la carrera de Medicina, teniendo uno de ellos está en el rango de 61 y 65 años.
Sin lugar a dudas, este grupo de estudiantes se destaca entre el resto.
“Todo por amor a mi hijo daniel”
Revelemos y develemos las ganas de vivir, para hacer que la vida sea un mundo mejor.
Cecilia Kunstek Montaño, 54 años
“Amo vivir, no durar”. Las canas que engalanan su andar hacen evidente el peso de los más de 50 años que tiene de vida. En la carrera de Diseño Gráfico de la UMSS estudian sólo cuatro personas que superan los 40 años, según información de la Unidad de Provisión de Servicios de Información (UPSI). Cecilia Kunstek Montaño es una de esas personas y en la actualidad cursa el tercer año de la carrera.
La singularidad de su situación es que asiste a todas las clases con su compañero quien al mismo tiempo es su hijo, Daniel Capriles Kunstek de 22 años. Daniel se moviliza en una silla de ruedas, cuando él salió del colegio Cecilia no quería que su hijo vea truncada la vida por estar postrado a una silla de ruedas, así que optó por inscribirlo a la UMSS.
“La infraestructura inadecuada de la UMSS me hizo pensar que Daniel necesitaba compañía y yo amo Diseño Gráfico, entonces qué mejor que estudiar juntos”. “Una madre hace todo por su hijo”, añade.
La sensibilidad del personal docente y estudiantil llevó incluso a que se trasladen las clases de Cecilia, Daniel y sus compañeros a cursos que se encuentran en la planta baja de la carrera. “Mi mamá sube y baja por la Universidad para hacer todo lo que yo no puedo”, comenta Daniel.
“SOY LA PEOR”
Los adultos en la Universidad mejoran la adquisición de habilidades, como el pensamiento crítico, el buen humor y la adaptación a los cambios de la realidad. “Soy la peor (ríe) pierdo mucho tiempo haciendo un trabajo. Como me encanta estudiar, soy más curiosa e investigo a profundidad”, comenta Cecilia. Los jóvenes ven sólo lo necesario, pero para ella la información nunca es suficiente. “Me paso tres
días haciendo un trabajo que mi hijo hace en horas”, añade Cecilia.
UNA HERMOSA TERAPIA
“Durante un tiempo, cuando tenía 49 años sentía que estaba perdiendo la capacidad para razonar y olvidaba cosas fácilmente”, recuerda Cecilia, “ahora en la Universidad me siento útil y renovada”.
Cecilia considera que cualquiera que estuviera en su lugar lo haría y con satisfacción. Ella
piensa que la mejor manera de vivir es luchando por lo que se quiere. “La mayoría de los adultos sólo dura y eso es quedarse sin interés por la vida”, asiente Cecilia.
“Agradezco a la vida por tenerla” expresa Daniel. Cecilia con los ojos brillosos y casi a punto de derramar lágrimas concluye señalando que en la vida no hay barreras que sean valederas, si uno realmente quiere alcanzar algo, no se deja vencer por nada.
“Revelemos y develemos las ganas de vivir, para hacer que la vida sea un mundo mejor”, concluye.
“No hay impedimento ni edad que valga”
El secreto de la tercera juventud es tener actividad física, cultural o educativa. sahara bustamante rondal, 60 AÑOS
“Se mofaron cuando les dije que estudiaría”. Apoyada en una muleta metálica Sahara Bustamante Rondal asumió el desafío de entrar a la Universidad Mayor de San Simón para obtener una segunda profesión, la licenciatura en Ciencias Jurídicas.
No hubo barrera física que detenga su afán por aprender. Una artritis reumatoide la consumió dejándola en un estado de invalidez considerable y dependiente de par de muletas. Sin premura alguna por su situación Sahara continuó refrescando su vida con los estudios.
GASTANDO LA VIDA
Definitivamente quedarse sentado en casa, inmóvil, y gastando la vida es como estar en la sala de espera de la muerte. “Mi sobrino no quería entrar a la Universidad, yo le dije que hasta yo podría hacerlo y él sólo se reía” cuenta anecdóticamente Sahara.
Ella es una persona mayor que dejó de sentirse
aislada y fuera del contexto social, en el que generalmente se margina a los adultos mayores y se impone que a partir de cierta edad no pueden hacer determinadas actividades. “Tengo cuatro hijos, siete nietos y un bisnieto. Soy universitaria y además tengo un trabajo”, cuenta Sahara.
INTEGRACIÓN INTERGENERACIÓN
Su mayor dificultad es subir las gradas de la Universidad, ya que la infraestructura no está adecuada para personas con discapacidades. “Mis compañeros son muy buenos y cargan mis libros o me ayudan cuando tengo que subir las gradas”. Con su presencia en la Facultad de Derecho Sahara demuestra que no hay impedimento que valga, y lo más destacable es que comparte con diferentes generaciones explicándoles distintos puntos de las materias o enseñándoles el valor de la vida.
Sahara es licenciada en Enfermería y actualmente trabaja en un centro de rehabilitación como una manera de solidarizarse y a la vez ser una esperanza hecha realidad para aquellos que afrontan discapacidades como la suya.
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