Parte I
Hacia la segunda mitad del Siglo XII, se dieron las condiciones para la aparición de las universidades. Entre las condiciones básicas se ha señalado las siguientes: “el interno desenvolvimiento de las escuelas monásticas y catedralicias, el vigoroso influjo de la ciencia y teología árabes, la organización gremial de la sociedad”. (Francisco Larroyo).
El desarrollo considerable de la cultura árabe a partir del Siglo X, llegó a organizar centros de alta cultura e investigación, por encima de los existentes a la sazón en el ámbito de la cristiandad medieval, ámbito sobre el que irradiaron influencia y del que atrajeron estudiosos y estudiantes, especialmente desde cuando las Cruzadas posibilitaron el contacto con el Oriente. Bajo este impulso, algunas escuelas monásticas y catedralicias a las que afluían cada vez más estudiantes de distintos lugares y de las más variadas condiciones sociales, sintieron la urgencia de transformarse en establecimientos de enseñanza más elevada, aunque adoptando las modalidades de convivencia gremial, que entonces era la organización que garantizaba mejor el desenvolvimiento del trabajo, cualquiera fuera éste.
Esta convergencia de circunstancias propicias, muy luego fue ampliamente apoyada por la Iglesia y la realeza, que se apresuraron a extenderles privilegios.
Hasta fines del Siglo XIV, estas concentraciones de maestros y estudiantes, muchas veces al margen de las escuelas preexistentes, reciben el nombre de STUDIUM GENERALE, denominación que no expresaba la universalidad del saber, como pudiera creerse, sino su carácter de planteles para TODOS los estudiantes en general, sin limitaciones relacionadas con su procedencia ni con su condición. Las viejas, de hecho, comenzaron cultivando solamente una rama del saber, que bien pudo ser el derecho o la medicina.
Después de bastante tiempo, a fines del Siglo XIV, estos centros de estudio mudaron su nombre por el de UNIVERSITAS SCHOLARUM ET MAGISTRORUM, es decir, por el de corporación o gremio de alumnos y profesores, con amplia autonomía y jurisdicción reconocida por el Estado. Hay que parar mientes en el hecho de que el término universitas no significó originariamente, como hoy suele interpretarse, institutos dedicados al estudio de todas las ramas del saber, sino precisamente el de conjunto de alumnos y maestros, como el de cualquier otro gremio de los muchos existentes entonces. El significado de planteles donde se conoce y cultiva el conjunto total de las ciencias o UNIVERSITAS LITTERARUM, es posterior.
Parece que la primera asociación particular de carácter docente y estudiantil, como la Academia de Platón en Atenas, hubiera surgido en Salerno (1090), sobre la base de una escuela de medicina muy famosa ya en el Siglo XI, y que mantuvo relación intelectual con el Oriente desde los tiempos antiguos.
Un caso similar es el origen de la Universidad de Bolonia, cuya sección más vieja fue una escuela de glosadores (comentaristas y exégetas del derecho), que acaso también siempre mantuvo contacto con la cultura bizantina, pero en la que actuaron a principios del Siglo XII, famosos profesores del derecho, época desde la cual existían dos corporaciones, la de ultra-montani y la de citramontani, las mismas que posteriormente todavía se dividieron en NATIONES. A esta escuela, mucho después, se le suman las de artes y medicina, y por último, la de teología.
La Universidad de París se desarrolló a partir del Siglo XII (1190), tomando como punto de partida la unión de las escuelas monásticas de San Denis y San Víctor y la escuela catedralicia de Nuestra Señora, siendo sus facultades más antiguas las de artes y teología. Este studium genérale llegó a dividirse hasta en cinco naciones: franceses, normandos, picardos, ingleses y por último, alemanes. El plantel parisino llegó a tener todas las facultades de la época, es decir que, se le añadieron más tarde la de derecho y medicina. Esta universidad fue la más célebre de la Edad Media.
El número de las universidades, aumentó en Europa sin cesar, tanto que hasta el Siglo XVI existían casi un centenar. De manera general, fueron muy concurridas; durante el Siglo XIII, la de París llegó a tener hasta treinta mil estudiantes.
Habría que recordar que también fueron famosas universidades medievales las de Oxford, Cambridge, Salamanca, Colonia, etc.
Los dos grandes poderes de la época, el Papa y los emperadores, unas veces reconocían universidades ya existentes de hecho, y otras veces fundaban nuevas. Tales actas fundacionales tenían singular importancia para estas casas de estudio porque la autoridad de quienes provenían repercutía directamente en los títulos y grados universitarios. De aquí que se las dividía, teniendo en cuenta el origen de su reconocimiento o fundación en cuatro grupos:
“a) Universidades sin carta de fundación (ex consuetudine, por derecho consuetudinario), como la muy afamada de Oxford.
b) Universidades con carta de fundación (ex privilegio), papal, como las de Roma (1303) y Colonia (en la que explicó ya en el Siglo XIII Tomás de Aquino).
c) Universidades con carta de fundación (ex privilegio) imperial o tan sólo real, como la de Salamanca fundada por Alfonso IX y dotada de más privilegios por San Fernando y Alfonso el Sabio.
d) Universidades con doble carta fundacional: papal e imperial, entre las cuales se halla la célebre Universidad de Viena.
Hasta principios del siglo XV, de las universidades fundadas 16 tenían privilegio papal, 9 carta de doble fundación y 10 imperial.
Los principales privilegios concedidos a las universidades eran el derecho o licencia que se reconocía a sus graduados de enseñar en todas partes (LICENTIA DOCENDI); la exención del servicio de las armas en ciertos casos; la dispensa de impuestos y contribuciones, y, en algunos casos, el FUERO ACADÉMICO, a tenor del cual sólo podían ser juzgados los maestros y estudiantes por las autoridades de la universidad”. (Fco. Larroyo).
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