domingo, 9 de octubre de 2011

Qalauma ya capacita a jóvenes en panadería, agronomía y artesanía

Se considera “suertudo”. Más aún, piensa que los 31 muchachos de entre 16 y 21 años que lo acompañan en este centro para jóvenes infractores de la ley, emplazado en la fría localidad de Viacha, son también afortunados porque ahora aprenden los secretos de la panadería, la artesanía y la agronomía para cuando salgan de su encierro.

Qalauma (piedra y agua, en aymara) no es una cárcel a secas y es más que un centro de rehabilitación juvenil, es un proyecto socioeducativo en el que instituciones, autoridades carcelarias, policías, expertos, padres e hijos han unido esperanzas para lograr aquello que se ha vuelto una utopía en los penales del país: la reinserción social.

Decenio. A fines de agosto, Qalauma abrió sus puertas y ya recibió a 32 muchachos que convivían con los reos comunes en el reclusorio de San Pedro. La construcción de cuatro hectáreas, con una inversión de 2 millones de dólares, yace en un territorio rodeado por tierra, paja brava y casitas rústicas, en la comunidad Surisaya Suripanta.

“Anamar prendió el foco de la idea y luego nos dio el pañuelo para bailar esta cueca”, recuerda el coordinador del proyecto, Ricardo Giavarinni. El sueño de la desaparecida exdefensora del Pueblo Ana María Romero, tardó 10 años en materializarse y tuvo a dos héroes anónimos para que inicie: una pareja de lugareños.

Griselda Sillerico, funcionaria de la Defensoría, relata que dos comunarios donaron en el 2000 el terreno donde se colocó la piedra fundamental. “Si es para que nuestros jóvenes cambien, vamos a hacerlo”, dijeron, a la par que convencieron a sus autoridades originarias y vecinos de que lo que se iba a edificar no era una penitenciaría.

Es que Qalauma trata de ser, ante todo, un hogar, según sus impulsores. Un esfuerzo para aplicar la Ley 2298, de Ejecución Penal y Supervisión, que determina establecimientos especiales para los “menores imputables”, que los aleje de lo que el experto Tomás Molina llama “contagio criminal”, al convivir con los delincuentes comunes.

El director del centro es el coronel Ernesto Michel, casi medio centenar de policías está a cargo de este tarijeño para la vigilancia. “Es un proyecto piloto con personal capacitado para tratar con jóvenes”, remarca, mientras el rock emana de perífonos y parlantes. “Aquí usamos también la música como terapia. Los chicos la escuchan en los ambientes y al aire libre”, explica.

Cuatro dormitorios con baños privados reciben a los internos en la fase de “acogida”. Si el informe es positivo, pasan a la de “comunidad” y acceden a la escuela, los talleres, la iglesia, la cancha; y si su condena está avanzada y tienen buena disciplina, se abre la fase de “reintegración”, en la que pueden reducir un día de pena por dos de trabajo.

“El muchacho debe darse cuenta que si logra avances y es responsable, se le abren más puertas”, resume el educador David Morales. “Y hasta ahora la mayoría está comprometida, como se puede ver allá”. El experto señala a la flamante panadería, donde José Luis junto con otros compañeros trabajan esmerados, al mando de dos madres.

Ellas se brindaron para colaborar en la rehabilitación de sus hijos. “Queremos motivarles, que aprendan un oficio para cuando salgan”, dice Lourdes, emocionada, mientras los tentadores panes, empanadas y masitas son comprados por los policías y educadores de Qalauma; y hay futuros acuerdos comerciales con las tiendas de Viacha.

El objetivo es que el dinero sea reinvertido en la compra de insumos y que las ganancias engrosen los prediarios (ocho bolivianos al día) de los muchachos. Inclusive, los flamantes panaderos ya cuentan con dos contadores extranjeros: dos jóvenes pasantes italianos que llevan las cuentas del floreciente negocio.

Uno de ellos es Simona Durzu, que no para de anotar números en su libreta. “Comenzamos con cinco kilos de harina”, comenta. Luego se ajusta las lentes y grita: “¡Sí que están saliendo capos (expertos)! También queremos enseñarles reciclaje con joyas. Ojalá que esto les sirva para mejorar cada día”.

Oficios. La terapia musical ahora recurre a la cumbia. En uno de los patios, Giavarinni cede ante los panes ofertados por José Luis. “Hemos copiado el modelo educativo brasileño APAC (Asociación de Protección y Asistencia a los Condenados), que tiene 25 años y bajó la reincidencia criminal del 90 al 12%”, señala.

La educación es el pilar de este proyecto piloto. La escuela funcionará desde el 2012 y este año ya se comenzó con los talleres. Al de panadería lo acompañan el de artesanías, en el cual los internos ya han elaborado manillas; el de carpintería, que pronto estrenará ambiente y profesor, y el de agronomía.

Para este último, se levantaron tres carpas solares que ya albergan siembras de lechugas, remolachas, acelgas, nabos. Y el ingeniero José Colque elogia el interés de sus alumnos. “Igual se les imparte teoría y se pedirá al Ministerio de Educación que les pueda dotar títulos de técnicos en agropecuaria”, manifiesta.

La primera cosecha es esperada para fines de este mes. El plan apunta ahora al auto- abastecimiento y, como meta mediata, a la producción masiva de alimentos y la apertura de mercados cercanos. Inclusive se habilitan terrenos para la crianza de animales: cuyes, conejos, gallinas y cerdos.

La cocina del centro es manejada por una concesionaria. “Estos jóvenes comen mejor que nosotros”, bromea Michel. En el sitio hay un depósito para los alimentos y un comedor donde los menores desayunan, almuerzan y cenan. Cada día, uno es escogido para la plegaria previa a estas comidas.

Pero en Qalauma no todo es capacitación y deberes, también hay espacio para lo recreativo y lo religioso. Para ello, los albañiles les dan los últimos retoques a una coqueta capilla que recibirá a católicos y cristianos por igual, y un polifuncional con cancha, graderías, duchas y baños cómodos para los deportistas.

Ilusión. Otro tema que se trabaja es la reinserción familiar. Los padres de los jóvenes no los han abandonado. Tienen una asociación y los visitan jueves, sábado y domingo. Y no pueden alegar que Qalauma es lejano (una hora de viaje), porque esos días tienen un bus a su entera disposición.

Hoy, los 32 muchachos preparan el camino para los otros que lleguen, serán los futuros colaboradores del personal. Según datos, hay 165 mujeres y varones menores de 21 años en los cuatro penales paceños. Y para recibirlos a todos en Qalauma, se planifica la conclusión del pabellón para damas.

“El proyecto tiene que resultar”, concluye, enfático, el coronel Michel. También piensan así los muchachos a los que vigila. Como Pablo, quien antes vivía amedrentado y ahora ha vuelto a sonreír. “Qalauma me cambió la vida, espero que otros puedan porque no se puede vivir en San Pedro”. Más palabras, sobran.

Este reportaje es parte de la IX Convocatoria del Fondo Concursable de Periodismo de Investigación de la Fundación UNIR.

La clave del método está en dar responsabilidades


El fin último de la rehabilitación es contactar a la víctima y que el infractor le repare el daño

El equipo policial y educativo que tiene a su cuidado a los 32 jóvenes infractores que habitan Qalauma, señalan que el modelo socioeducativo que se aplica en el centro apunta a otorgarles responsabilidades. Así, si ellos las asumen y cumplen efectivamente, se les abrirán más puertas y accederán a más beneficios.

Programas. El coordinador del equipo de educadores, Juan Carlos Limpias, explica que, por ello, los muchachos cumplen una agenda diaria llena de actividades. Todo empieza a las 06.45, cuando tienen el deber de limpiar sus dormitorios y del aseo personal. Todo se combina con los talleres y los horarios para comidas y el deporte.

Desde fines de agosto, cuando se inauguró oficialmente la construcción, el plantel a cargo de Limpias ha ido elaborando un diagnóstico de cada uno de los menores, que se encuentran en la primera fase de “acogida”. Para que pasen a la segunda, la de “comunidad”, se elabora un programa de tareas individualizado, que estará sujeto a seguimiento.

Perdón. La tercera etapa es la de “reintegración”. En ella, los jóvenes pueden salir a trabajar de día y volver al centro de noche. Ello les sirvirá para reducir su pena: dos días laborales por uno de condena. El educador David Morales informa que Qalauma ya realiza alianzas con centros laborales para que los acojan. “Los que vayan estarán certificados por este proyecto, por su responsabilidad”.

El coordinador de este emprendimiento, Ricardo Giavarinni, miembro del Movimiento Laico para América Latina, señala que hay un objetivo último en esta etapa. “Tras un proceso de maduración, el infractor debe reparar el daño a la comunidad —brindándole un servicio— y a la víctima, contactándola demostrándole que ha cambiado, aunque no lleguen a estrecharse las manos. Esto es muy difícil, pero a eso apuntamos”, comenta.

La ley de ejecución penal 2298

El artículo 82 determina que: “Los establecimientos para menores de 21 años, están destinados a los adolescentes imputables y a aquellos menores de 21 años que, en criterio del juez de la causa, deban permanecer en estos establecimientos, a fin de favorecer su reinserción.”


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