-Ud. es un experto en calidad académica, ¿cómo ve el aporte de las universidades bolivianas a la sociedad?
- El rol de las universidades bolivianas, como establecen sus reglamentos y declaración de visiones y misiones, son propuestas discursivas que hasta errores tienen. Si vamos a buscar la cosecha de esa declaración discursiva, vamos a entrar en tiempo de sequía, porque no encontramos evidencia suficiente de una alta producción científica que sea utilizada en África o que colegas de Estados Unidos estén leyendo nuestros artículos. Nuestra productividad científica es muy baja y hay un pobre nivel de lectura de material científico y, si estoy improvisando, si no tengo el hábito de construir sobre bases acreditadas, tengo baja productividad.
- ¿Existe improvisación?
- Las universidades más grandes del mundo, las más importantes tienen científicos, van coleccionándolos como piezas altamente valiosas y estos, a su vez, conducen la universidad. En nuestro país necesitamos más personas formadas para contribuir en el ámbito universitario.
- ¿Y qué posibilidades reales hay de tenerlos?
- Hay que trabajar en la formación de las personas para que sean profesores, pero con los últimos estándares internacionales. De poco va a servir formarlas en base a conocimiento caducado. Lo que necesitamos es formarlos no con cursos necesariamente extensos, sino en cursos más cortos pero de actualidad.
- ¿Es posible que tengamos los catedráticos que podemos pagar? Ahora ganan menos que un profesor particular de matemáticas.
- La actividad de la docencia es secundaria o terciaria, por eso tenemos un nivel de educación con deficiencias. Por ejemplo, en la Unifranz, ¿qué podemos hacer para llegar a tener profesores sintonizados con estándares internacionales? Una de las claves es formarlos a un costo casi simbólico, hacerlo en casa. Se puede lograr que el profesor perciba que además de un salario, más o menos razonable, recibe una formación de primer nivel.
- ¿La enorme cantidad de universidades privadas no lacera la calidad académica?
- No es una limitación, al contrario es muy bueno, porque puede crecer la red universitaria como sucede en otros países. El número puede aumentar siempre y cuando se cumpla el sentido de una universidad: constituirse en el patrimonio científico y cultural de una sociedad. Debe tener investigación científica a gran escala, formación de pregrado y posgrado vinculada al éxito en el campo laboral y servicios a la sociedad.
- ¿Y eso se da en Bolivia?
- En la Unifranz tenemos un plan para los próximos tres años. ¿Qué es lo que pasa en Santa Cruz? La respuesta está en esas tres dimensiones: cuánto de investigación científica producen las universidades, cómo es la formación de posgrado y pregrado, cuáles son los indicadores del éxito profesional de los graduados. No tenemos esa información porque no queremos ver cómo les va a nuestros graduados en el mercado laboral.
- Pero, ¿cómo financiar esas investigaciones cuando hay universidades que cuestan menos que un colegio?
- Una de las cuestiones preocupantes en el contexto nacional es la excesiva heterogeneidad que existe en las universidades. Eso nos hace daño.
- ¿Y los órganos certificadores?
- Existen, pero los diseños no son correctos. Preguntan, por ejemplo, si se cuenta con un reglamento interno. Si lo tienes, estás aprobado de inmediato. ¿Pero en qué momento preguntamos si ese reglamento es moderno, cumple con estándares internacionales? Puede que tenga carreras aprobadas y acreditadas, pero no sabemos si son modernas o si son las más adecuadas para el país. No me pregunta cómo les ha ido a mis titulados. ¿Qué valor tiene esa certificación? En países avanzados no hay imprecisiones.
- ¿Qué tiene que cambiar para que esto mejore?
- La base, sin duda, es el diseño del cuerpo normativo de la educación. También la declaración normativa debe tener fundamentación científica, de lo contrario no se puede aplicar. Estas no tienen una fundamentación experta sino que obedecen a otro tipo de componentes sociales emergentes en las coyunturas históricas en el continente. Son declaraciones discursivas y no regulaciones ordenadoras de una parte de la sociedad.
- ¿Espera que esto cambie pronto?
- Quisiera responderle de otra manera, pero, si analizamos los últimos 60 años de nuestra historia, no se puede ser optimista. Tenemos los mismos problemas en salud, educación, economía, infraestructura y medioambiente. Lo que podemos hacer es trabajar más cercanamente con otras universidades, hacer consorcios universitarios para lograr calidad bajo estándares internacionales.
- ¿Y será que las universidades se olvidan de competir entre si para comenzar a colaborar?
- EEUU tiene más de 3.700 universidades y lo pueden hacer y no nosotros no. En Santa Cruz somos 15. Empecemos de a poco, comencemos con dos o tres universidades en actividades de investigación y transferencia de tecnología. Hay que generar informes, publicaciones y exportemos testimonios de buenas prácticas. Como universidad estamos abiertos a eso. Las universidades tenemos que trabajar en equipo, en lugar de tener cierta distancia. Lo que necesitamos es querer aprender juntos para aportar a la sociedad, que es lo que realmente importa.
Perfil
Se educó para ser educador
Marcelo Saravia es sicólogo con una maestría en Investigación y un doctorado en Evaluación en Calidad Educativa obtenido con honores en la Universitat de Barcelona.
Se especializa en metodología de la investigación científica, formación y desarrollo de competencias profesionales y laborales y evaluación de la calidad educativa. Ha publicado ocho libros en español y en catalán.
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