Hemos buscado la revalorización de algunos residuos tratando de hacer la selección en origen. Primero se trabajó con la parte inorgánica, los plásticos, pets y otros, pero se nos pidió tocar la parte orgánica. Casualmente nació un proyecto en la Universidad para hacer abono orgánico con los residuos del comedor universitario para utilizarlo en los jardines y campos de fútbol. Desde ahí comenzamos con el trabajo, pero queríamos hacerlo de forma no convencional porque se puede acumular el compostaje y esperar que de forma natural se degrade.
Al ser expertos en reactores hemos podido fabricarlo en el laboratorio de automatización y control de diseño de la Universidad Mayor de San Simón (UMSS). Todo el trabajo es local, íntegramente hecho por manos bolivianas. Esto también generó ciertas dudas sobre la calidad porque casi siempre se piensa que lo que viene de afuera es mejor, pero demostramos que no es así. Este fue nuestro mayor problema.
Nos tomó un año el diseño mecánico entre más o menos 30 personas. Posteriormente fueron los mismos estudiantes de diferentes carreras que ayudaron a mejorar o dar una solución a algunas pequeñas partes específicas implementando nuevas tecnologías. Al ser un proyecto universitario fue vinculante en la parte académica.
Con todo esto, cumple con los perfiles de procesamiento a través de la biotecnología.
Se demostró que es autosostenible y los precios del producto en el mercado serán más bajos y de alta calidad, certificada.
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