Dadas las características de las maestrías, en general, el número no parece excesivo tomando en cuenta el abultado número de universidades y la carga horaria que se tiene, con la finalidad de ayudar a los postulantes que, salvo excepciones, trabajan durante el día.
Hay pocas maestrías a tiempo completo que es como debería ser, por lo que el nivel de exigencia es más bien bajo, dado que el participante apenas tiene tiempo para leer y estar mejor preparado. Se puede afirmar que el nivel de las maestrías, por estas condiciones es mediocre y casi se ha convertido en un simple negocio.
Pero el verdadero problema no está ahí. Lo grave es que los profesores, por el hecho de que deben tener alguna maestría para serlo, enseñan, en el mejor de los casos, lo que "aprendieron o leyeron” en su formación profesional, sin tener la vivencia necesaria para transmitir esa experiencia la a los alumnos.
Es decir, lo que "han hecho”, que es lo debería tener mayor importancia, porque es la vivencia, junto al conocimiento teórico, lo que debería transmitirse en una maestría, como parte complementaria a su formación de base. En consecuencia, las maestrías deberían ser de tiempo y dedicación completa, eximiendo al alumno del trabajo diario.
Punto de vista
flavio machicado s. Docente de postgrado
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