La salida de un estudiante o profesional al exterior es muy importante, porque nosotros necesitamos un programa de intercambio y, especialmente, la transferencia tecnológica.
Los postgrados hacia afuera son una estrategia para ir y traer conocimientos en distintas áreas y aplicarlas en el país.
La pena es que no hay un programa estratégico para salir y traer este conocimiento e incorporarlo a nuestros programas de formación. Sería importante, por ejemplo, que algunos docentes vayan al exterior para hacer un doctorado en nanotecnología, y que al volver implementen en la Universidad Mayor de San Simón un laboratorio de nanotecnología médica, entre médicos e informáticos. Que vayan creando un área de cuantificación de la práctica y producción científicas.
O algunos docentes pueden ir para hacer un doctorado en robótica y que eso mismo desarrollen en sus programas de formación. Pero, insisto en que no hay un programa estratégico para ver qué áreas científicas y tecnológicas podemos desarrollar. Actualmente, no se hace una reflexión respecto a este tema en San Simón, ni en la Gobernación ni en el Estado.
Hay áreas descuidadas y todos los postgrados se hacen todavía por intuición, no en base a un programa estratégico. Sería, por ejemplo, importante desarrollar un doctorado en estructuras antisísmicas, ya que estamos en un terreno sísmico, pero no hemos visualizado todavía los problemas que emergen en el medio y no damos respuestas con tecnología innovadora.
Sería importante hacer un postgrado en terapia infantil o en seguridad afectiva para atender a las familias desintegradas.
A mi juicio, es importante hacer un programa de transferencia, intercambio de tecnología para incorporarla en el país, mediante estos postgrados, pero se debe estudiar para ver qué áreas potenciales podríamos desarrollar.
Por otro lado, los postgrados se han hecho siempre en la lógica de lograr créditos, certificados o títulos personales y no con una mirada estratégica para desarrollar un área. La mayor parte de los postgrados en San Simón se ha hecho, por ejemplo, en didáctica universitaria o en educación superior, creyendo que eso es lo necesario, pero se han descuidado áreas específicas de la ciencia. Se podría hacer un doctorado en pedagogía de la madre tierra para apoyar al proceso educativo que necesita el país.
El conocimiento que se adquiere en el exterior, en los niveles de pregrado y postgrado, no es replicado en la universidad o en la sociedad. El postgrado cuesta desde 3.000 a 7.000 dólares y es autofinanciado. Lo peor es que los postgrados se hacen con poca energía, porque cuando un estudiante egresa, a los 26 años, ya tiene compromiso familiar, social y de trabajo, y encima tiene que hacer el postgrado.
No hay un programa que rescate la energía de los mejores estudiantes. Sería importante apoyar con doctorados a jóvenes que han logrado terminar sus carreras a los 23 o 24 años. Por qué no darles un postgrado, pero estratégico. Por ejemplo en psicología se les puede dar un doctorado en psicología afectiva y terapia infantil.
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