Esta semana, la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno presentó un estudio sobre la “quina que crece en la Chiquitania” para el tratamiento del coronavirus. La propuesta, denominada Luz del Alba, fue realizada por un equipo conformado por los científicos Edgar Marancenbaun, Oscar Aguilar y Roberto Quevedo. Se prevé que las pruebas se inicien en breve.
A raíz de este anuncio, se ha comenzado a difundir información errónea sobre las especies que son conocidas con el nombre común de “quina”, que son varias en el país. La automedicación de algunas de ellas puede ser tóxica y tener efectos secundarios, advierten biólogos del Herbario Nacional de Bolivia.
En este contexto, esta institución científica – que es parte del Instituto de Ecología de la carrera de Biología de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA)- ha emitido el siguiente comunicado:
COMUNICADO SOBRE EL USO DE ESPECIES CONOCIDAS COMO “QUINA”
PARA TRATAR EL CORONAVIRUS (COVID-19)
En este tiempo de crisis mundial, donde científicos de diferentes especialidades deseamos contribuir con nuestros conocimientos para afrontar los problemas generados por esta pandemia, debemos ser muy cautos al momento de compartir información sobre posibles remedios, y así evitar los efectos negativos de la automedicación y la explotación innecesaria de nuestra naturaleza.
Entendemos también que, dada la situación de emergencia global y el consiguiente miedo generado en la población por los estragos que está causando el coronavirus (COVID-19), todos estamos expectantes y ávidos de conocer sobre cualquier avance científico que se esté produciendo para tratar la enfermedad producida por el COVID-19. Sin embargo, tenemos que considerar con mucho cuidado cualquier propuesta de medicamento o tratamiento contra esta enfermedad, pues para validar su eficacia es necesario un minucioso proceso de investigación, experimentación y control de efectos secundarios a fin de poder masificar finalmente su uso de manera segura en la población.
Mucho se ha escuchado recientemente en las redes sociales y medios televisivos sobre los efectos curativos de la cloroquina y la hidroxicloroquina como medicamentos para tratamiento contra el COVID-19, y aunque su eficacia no ha sido completamente probada, la gente les ha prestado mayor atención al saber que hay países que han empezado a utilizar estos compuestos para el tratamiento de pacientes infectados.
Diferencias entre la quinina y la cloroquina
La hidroxicloroquina y la cloroquina son medicamentos antimaláricos que fueron sintetizados químicamente utilizando como “modelo” a la quinina, un alcaloide naturalmente extraído de la corteza del árbol llamado “quina” que crece en bosques montanos a lo largo de la cordillera de los Andes y que tiene propiedades antimaláricas (o antipalúdicas). A la fecha, sabemos que son varias especies de plantas que producen estos alcaloides en distintas cantidades, pero entre las más importantes están algunas especies del género Cinchona, un género de la familia Rubiaceae (familia del café), que crece en los bosques montanos en Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. Desde su primer uso por médicos orientales en el siglo XVII, la corteza del árbol de la quina y sus componentes químicos, conocidos como alcaloides de quinolina (quinina, quinidina, cinchonina y cinchonidina), proporcionaron el único tratamiento para la malaria durante más de 300 años. Sin embargo, al parecer, su uso excesivo causó un efecto secundario muy peligroso en los pacientes con malaria - la fiebre de orina negra, causada por la desintegración de eritrocitos que en algunos casos llevó hasta la muerte del paciente. Por esta razón, y porque la obtención de corteza de quina se hacía cada vez más complicada, se buscó un reemplazo para la quinina. Es así que, en 1934, los científicos desarrollaron el primer antipalúdico sintético, más tarde conocido como cloroquina.
Aunque la cloroquina fue sintetizada inspirada en la actividad antipalúdica de la quinina, su estructura química (y propiedades farmacológicas) son bastante diferentes de los compuestos naturales que se encuentran en la corteza de Cinchona.
Lamentablemente, se está difundiendo información errónea que hace creer que la corteza de la Cinchona podría ser la fuente natural o alternativa de la cloroquina o la hidroxicloroquina. Sin embargo, no existe evidencia clínica o de experimentación en laboratorios que haya comprobado que la quinina o cualquier otro compuesto natural de la corteza de Cinchona muestre actividad contra COVID-19. Por otro lado, no todo lo que es natural es seguro. La quinina de la Cinchona puede ser tóxica y además causar efectos secundarios conocidos como "cinchonismo", que pueden incluir pérdida de audición y visión, problemas respiratorios y complicaciones cardíacas y renales. También puede conducir a un coma clínico.
Confusión de nombres y conservación de nuestra naturaleza
Otro gran problema es la confusión que existe entre los nombres comunes de las especies de plantas. En general, varias especies distintas pueden tener el mismo nombre común, dependiendo del lugar donde se encuentren. En el caso de la “quina” en Bolivia se sabe que son alrededor de diez especies diferentes a las que se conoce con el nombre común de “quina”, y algunas otras a las que les dice “quina quina”.Recientemente vimos con optimismo que un grupo de científicos de la UAGRM (Universidad Autónoma Gabriel René Moreno) están trabajando activamente en la búsqueda de una cura contra el COVID-19. Estos investigadores proponen para tal fin “el uso del extracto de la especie quina”. Sin embargo, lo que no todas las divulgaciones publicadas mencionan es que la especie con la que ellos al parecer están trabajando pertenece a otro género botánico: Myroxylon, el cual es totalmente distinto a la planta de la quina (género Cinchona). Myroxylon pertenece a la familia Fabaceae (familia de las habas), y principalmente se encuentra en los bosques montanos de las Yungas, y ecosistemas similares, especialmente en el Perú, donde se lo conoce bajo el mismo nombre común: "quina quina", "kina kina" o "bálsamo del Perú". Las especies del género Myroxylon no tienen nada que ver con las especies del género Cinchona que crecen en los bosques montanos de los Andes, ni tampoco contienen los mismos compuestos químicos. Además, en el caso de Myroxylon se usan las semillas para realizar los extractos, que si bien también tienen propiedades anti-inflamatorias y anti-bacterianas, no se tienen reportes de que sean antimaláricas.
Los beneficios, si los hay, de la cloroquina o la hidroxicloroquina para el tratamiento de COVID-19, aún no se comprenden completamente. La corteza de Cinchona no contiene ninguno de estos compuestos y los alcaloides de la corteza no tienen relación con ellos. Sin embargo, la especulación que ha surgido con este tema ha provocado que existan personas en los bosques de Apolo que están buscando la corteza de quina (Cinchona) para extraerla. Esto puede traer no solo problemas para la gente que la consuma, sino para las poblaciones de estas especies de plantas. Históricamente, las especies de Cinchona han sido sobreexplotadas antes de la existencia de sustitutos químicos para curar la malaria; por lo tanto, sus poblaciones actualmente son reducidas a lo largo de los Andes.
Sin tener la seguridad de la eficiencia de ninguno de estos compuestos para prevenir o tratar COVID-19, no podemos permitir que se explote la planta y se la venda libremente. Protejamos nuestra salud y nuestros bosques informándonos correctamente. Con estos fundamentos, institucionalmente cumplimos con la sociedad boliviana para esclarecer estos temas y también recomendar que con la salud debemos ser responsables.
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